Cuándo caducan de verdad los cosméticos

Aunque el PAO es un indicador muy fiable, no siempre es fácil determinar cuándo un producto deja de ser apto para ser usado, sobre todo en el caso del maquillaje y de otros, que tienden a eternizarse en las repisas del cuarto de baño.

Cuándo caducan de verdad los cosméticos

Los cosméticos “nacen”, se utilizan y, también, “mueren”. Detectar que un producto está caducado no siempre es sencillo, pero se trata de un aspecto que hay que tener en cuenta ya que un uso “fuera de fecha”, además de anular su acción cosmética, puede tener efectos colaterales en la piel.

“La caducidad de un cosmético afecta a dos factores: la eficacia y, sobre todo, la seguridad. La fecha de caducidad determina hasta cuándo se garantiza que el sistema conservante va a ser capaz de defender la fórmula ante cualquier agente contaminante externo. Por eso, y aunque la eficacia cosmética también se ve alterada, se trata de una cuestión mucho más vinculada a la seguridad”, explica la cosmetóloga Paola Gugliotta, fundadora de la firma Sepai.

El PAO es la pista

Tal y como comenta María Castellanos, dermatóloga del Instituto Médico Láser (IML), la caducidad de un producto va a depender de numerosas variables –formulación, tipo de envase, estabilidad en distintas circunstancias, forma de uso del consumidor…- “aunque, como media, suele rondar los 12 meses. Hay que fijarse en la información que viene reflejada en cada envase, sobre todo en el PAO (Period After Opening), representado por una M y un número que indica los meses que dura el producto en condiciones óptimas una vez abierto. Cuando no indica nada, se supone una caducidad superior a 3 años”.

Es importante distinguir el PAO de la fecha de caducidad: el primero se refiere al periodo durante el cual se puede consumir el producto sin riesgo una vez abierto, mientras que la fecha de caducidad marca el momento a partir del cual un cosmético no debería utilizarse. Sin embargo, en la práctica, no es sencillo controlar ni uno ni otro indicador, ya que, por ejemplo, rara vez apuntamos el momento en el que comenzamos a utilizar determinado producto para poder contabilizar si ha pasado el periodo de uso indicado en el envase. Y lo mismo ocurre con la fecha de caducidad, un dato importante, sobre todo para los cosméticos sin abrir, y en el que es clave saber la fecha de fabricación, “una información que se puede conocer mediante el batch code, un código serigrafiado que llevan todos los cosméticos en el envase y que indican el país y la fecha de fabricación. Para acceder a esta información hay que recurrir a calculadoras on line como www.checkcosmetic.net, comenta la maquilladora profesional Flaviana Grecu.

Otro dato importante es la fecha de duración mínima, es decir, aquella a partir de la cual el fabricante no puede garantizar que el producto sea efectivo y seguro. No es obligatoria para los cosméticos con una duración superior a los 30 meses, pero la legislación sí contempla su inclusión si es inferior a este periodo de tiempo.

“Fuera de servicio”: señales inequívocas

Un producto caducado deja de proporcionar el efecto para el que ha sido formulado. “Por ejemplo, en el caso de los tratamientos faciales, no se puede asegurar que sus propiedades hidratantes, nutritivas o antiedad sean las óptimas. Además, si se modifica el pH o cambia la estabilidad de la fórmula, puede provocar irritaciones y pequeñas alteraciones en la piel”, señala Castellanos.

Respecto a qué cosméticos implican más riesgos si se utilizan superado el tiempo que marca el PAO, Gugliotta comenta que los más peligrosos en este sentido son los que se ponen en contacto o se emplean en zonas muy cercanas a las mucosas, “porque van directos al sistema digestivo y/o sanguíneo, es decir, cualquiera que se aplique en el contorno de los ojos, en los labios y el área que los rodea, así como los geles de limpieza que se utilicen en la zona íntima, e incluso la pasta de dientes”.

Para Grecu, todos son peligrosos: “Si un producto está caducado, hay que retirarlo. Es mejor no arriesgarse. Las fechas de caducidad se deben tomar muy en serio, algo que no se suele hacer cuándo se trata de cosméticos”.

Por suerte, las señas de identidad de un producto que está fuera de servicio son bastante fáciles de reconocer: “Alteración de color evidente, cambio de textura, pérdida de untuosidad o notar que el producto desprende un olor no reconocido previamente, son indicadores de que no está en las mejores condiciones para su uso”, dice María Castellanos.

Por su parte, Grecu recomienda prestar especial atención a las posibles señales de alerta de la piel: “Notar picor o sensación rara, rojez o cualquier otro síntoma cutáneo puede ser signo de alergia a alguno de los ingredientes o indicar que el producto está caducado”.

Los más efímeros

El factor principal que determina la vida de un cosmético son los activos y excipientes que incluye, y en función de esto unos serán más vulnerables que otros en lo que a conservación y caducidad se refiere. “Los más sensibles son los que llevan ácidos en su formulación, ya que corren el riesgo de oxidarse o ser fotosensibles (cambian si se exponen al sol)”, señala Castellanos.

Un caso especial es el de las ampollas y monodosis: la legislación indica que se trata de productos que sólo se van a abrir una vez, de ahí que no estén obligados a incorporar el PAO. “Esta definición podría llevar a los fabricantes a incorporar en ellos un sistema conservante muy débil, ya que en teoría sólo hay que proteger la fórmula durante unos segundos o minutos. Pero esta lógica, que podría ser correcta, no es válida porque en la práctica estos productos suelen incluir una cantidad mayor que la que se aplica en una dosis, de ahí que se tienda a guardar el sobrante, con lo que pueden pasar más días abiertos y, por tanto, ser susceptibles de contaminarse. Teniendo en cuenta esto, mi consejo es que se usen siempre en una dosis única”, afirma Gugliotta.

Otro producto peculiar en cuanto a conservación son los autobronceadores. “La DHA, sustancia que incorporan para colorear la piel, tiende a cambiar el pH de la formulación, y por eso el PAO de estos productos es más restringido en el tiempo, ya que solamente garantiza un periodo de estabilidad del pH en el cual la DHA se mantiene activa”, comenta Gugliotta.

En cuanto a los productos de maquillaje, suelen ser los que más dudas generan en los usuarios. La máscara de pestañas es, con diferencia, el más efímero, como explica Grecu: “Caduca muy rápido –duran alrededor de tres meses– y, además, se suele secar con facilidad. Es importante comprobar que no ha cambiado de textura ni tiene grumos antes de usarla. Por el contrario, las fórmulas en polvo son las que se mantienen intactas durante más tiempo, ya que no contienen agua ni están en contacto tan directo con la piel como las texturas fluidas”.

Envase, temperatura y manual de uso

Gugliotta destaca la importancia que tiene el tipo de envase: “Afecta, y mucho, a los sistemas conservantes y a la duración del periodo óptimo de apertura: no es lo mismo un tarro de boca ancha, que contiene una crema de textura muy untosa y con acceso tanto a los dedos (microbiota de las manos incluida) como a otras sustancias como el polvo o la saliva, que un tubo o un envase que disponga de un dosificador pequeño y en el que es más difícil que entre el aire. En el primer caso, se va a necesitar un sistema conservante mucho más agresivo para conseguir un PAO similar al del tubo y asegurar la protección frente a las potenciales bacterias, pero no hay que perder de vista que ese conservante más agresivo para la crema también lo es para la piel”.

La cosmetóloga recomienda optar por los envases con sistemas airless: “Son muy seguros, no permiten entrar ni una gota de aire en el producto y no necesitan prácticamente ningún conservante, ya que, al no haber aire, se minimiza la posible contaminación. Lo ideal sería contar siempre con estos sistemas para poder ofrecer la fórmula óptima sin necesidad de conservantes”.

Castellanos destaca el efecto que tienen en la mayor o menor duración de un cosmético factores como el hermetismo del cierre o el modo de conservación: “Un producto que se guarda en una zona con temperaturas muy elevadas siempre se estropeará antes”.

Grecu, por su parte, recuerda la importancia de consultar el manual de uso de estos productos –todos los incorporan en el envase o el packaging– y también de no perder de vista cuestiones como la higiene: “Para que los cosméticos no se deterioren es básico asegurar su limpieza. Por ejemplo, hay que limpiar el tapón de la base de maquillaje después de cada uso y, siempre, cerrarlos bien”.

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